Este año se ha cumplido un triste récord histórico. Más de 65 millones de personas se han visto obligadas a salir de sus hogares y abandonarlo todo, a veces incluso a la propia familia, por el conflicto bélico que azota a sus países. Estas personas llegan a decenas de lugares, cuyos ciudadanos los acogen, en ocasiones, con recelo. Son seres desamparados a los que miramos con un enfoque incorrecto de temor.
Existen dos grandes sentimientos que predominan en el ser humano: el amor y el miedo. Nosotros elegimos cuál debe regir nuestros actos en cada situación. Como explico en mi libro “La vida es una piñata”, el miedo es la ausencia de amor porque, cuando amamos, no hay miedo.
Una mirada de comprensión y cariño puede cambiar por completo la vida de personas que lo han perdido todo y tienen que superar muchos inconvenientes para crecer. Ahora tenemos la oportunidad de ayudarles. Como decía Voltaire, “yo no sé de ningún gran hombre, excepto de aquellos que han prestado un gran servicio a la raza humana”.
Debemos plantearnos el sentido de carencia con el que concebimos los recursos de nuestra vida; el verdadero sentido de abundancia y nuestra capacidad para desprendernos, no de lo que nos sobra, sino de lo que puede implicar un cambio en quien más lo necesita.
Muchas veces, cuando hablamos de solidaridad, nos centramos en lo material; pero no hay mayor bien que nuestras habilidades personales para mostrar generosidad y continuar en el verdadero camino hacia la abundancia.
Como decía Christian Lous Lange, “concordia, solidaridad y ayuda mutua son los medios más importantes que permiten a las especies animales sobrevivir”.
Incluso, ¡ser solidario es bueno para la salud! Un estudio realizado por la Universidad de Yale explica que ayudar puede disminuir el estrés diario que afecta a nuestras emociones y salud mental. Un acto altruista puede repercutir positivamente en nosotros mismos.
En una sociedad tan centrada en el bien propio y en la grandeza personal, cada día es más importante enseñar a los jóvenes a ser solidarios, auxiliar al desamparado e implicarse con un granito de arena en las causas humanitarias. Escuchemos al filósofo Séneca: “No hay bien alguno que nos deleite si no lo compartimos”.
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22 de diciembre de 2024
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