La voz de Emma González resonó en el país y en el mundo. La estudiante sobreviviente de Marjorie Stoneman High School, el trágico escenario de la masacre de 17 muertes innecesarias por la violencia del acceso indiscriminado a las armas de fuego denunció a los políticos que aceptan dinero de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), incluido el presidente Donald Trump. “A todos los políticos que están recibiendo dinero de al NRA. ¡Qué vergüenza!”.
Emma no está sola. Su indignación es compartida por un creciente número de estadounidenses que culpan al presidente de los Estados Unidos y al Congreso por no hacer lo suficiente para evitar masacres multitudinarias como la de Parkland, Florida, aunque todavía una mayor proporción del público cree que el problema es identificar problemas de salud mental, más que cambiar las leyes de control de armas de fuego.
Seis de cada 10 adultos estadounidenses creen sin embargo que regulaciones más estrictas para el control de armas pudieron haber prevenido la masacre de Florida; casi ocho de cada 10 creen que el Congreso no estás siendo lo suficiente y seis de cada 10 opinan lo mismo del presidente Donald Trump, según una encuesta del diario The Washington Post y la cadena ABC.
El control de armas polariza y divide a la sociedad de Estados Unidos. Pero es una aberración que para un adolescente de 18 años sea más fácil comprar un arma de asalto AR-15, con capacidad letal, que tomarse una cerveza en un restaurante. No están a debate las protecciones constitucionales para la posesión de armas de fuego, sino los cambios urgentes, necesarios y de sentido común para minimizar la posibilidad de que las armas caigan en las manos equivocadas.
Aquellos políticos que afirman que ninguna legislación será capaz de prevenir todas y cada una de las masacres con armas de fuego, no están haciendo su trabajo. Las leyes que obligan a usar cinturones de seguridad en los automóviles han salvado cientos de miles de vidas en las carreteras. Si alguien muere en un percance automovilístico, a pesar de llevar el cinturón ajustado, esa excepción no invalida la utilidad innegable de las regulaciones federales para el uso de cinturones.
Muchos de nosotros creímos que la masacre de niños de la primaria Sandy Hook en Newtown, Connecticut en 2012, sería el parteaguas que cambiaría el debate nacional sobre el control de las armas de fuego. Nos equivocamos. Pero creo que a 5 años de distancia hay razones para pensar que las reformas son posibles, siempre que la presión venga de abajo, desde las propias comunidades, hacia arriba, es decir, hacia la clase política.
Un grupo de sobrevivientes de la masacre de Parkland planea una marcha a Washington para exigir acción de los políticos. La legislatura de Florida escuchó los reclamos y empezó a considerar posibles cambios. La Casa Blanca dijo por primera vez que el presidente Trump apoya mejorar el sistema de verificación de antecedentes para la compra de armas.
Emma González emplazó a los jóvenes de su generación a dejar de ser simples espectadores. “Si están de acuerdo, regístrense para votar. Contacten a sus congresistas locales. Denles un pedazo de su mente. Échenlos”.
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Por José López Zamorano
Para La Red Hispana