A medida que nos adentramos al verano boreal y suben las temperaturas, cada vez somos más los que nos lanzamos al agua en busca de una serie de beneficios para el cuerpo y la mente.
¿No te gusta correr? La natación puede ser no solo una buena alternativa, sino una más eficaz.
Al utilizar todos los músculos, la natación garantiza un entrenamiento completo del cuerpo y, como tal, 30 minutos de ejercicio en el agua equivalen a 45 minutos en tierra, Incluso una sesión de natación tranquila puede quemar más de 400 calorías por hora, más del doble que caminar.
El bajo impacto de las actividades acuáticas, en contraste con correr, las convierte en las opciones perfectas para quienes sufren lesiones leves, así como para las personas mayores.
Y no se trata solo de beneficios a corto plazo, sino que la natación también tiene beneficios duraderos.
Los nadadores habituales tienen un 28% menos de riesgo de muerte prematura y un 41% menos de riesgo de muerte por enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares, según un informe de la Comisión de Natación y Salud de Swim England en 2017.
Aguas tranquilas
Aunque los estímulos físicos de la natación están ampliamente documentados, los beneficios para la salud mental de echarse al agua son menos conocidos, pero igualmente impactantes.
En 2019, casi medio millón de británicos que viven con diagnósticos de salud mental dijeron que la natación había reducido el número de visitas a un profesional de la salud médica, según Swim England.
La natación en aguas abiertas en particular, con sus temperaturas naturalmente más frías, se entiende cada vez más como un beneficio para la salud mental.
La hormona del bienestar, la dopamina, se libera al meterse en el agua fría, asegurando un subidón de endorfinas que puede durar horas después de secarse.
Las investigaciones sobre las propiedades antiinflamatorias del agua fría llevadas a cabo por la Universidad de Portsmouth, Reino Unido han aportado un creciente número de pruebas anecdóticas de que puede amortiguar las respuestas inflamatorias que provocan ansiedad y depresión.
Se sabe que el mero hecho de estar en un “entorno azul”, cerca del océano o de una masa de agua, reduce las respuestas al estrés.