José Alejandro Urbano Flores
Cónsul de Fe Pública en la Sección Consular de México en Washington, D.C.
La migración internacional es un fenómeno de escala global. Si bien el debate público se ha concentrado en la de tipo indocumentada, lo cierto es que ésta y sus otras manifestaciones, en su conjunto, implican grandes costos humanos, por lo que hoy es un tema importante de discusión en el seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). México, tanto por afinidad histórica como por solidaridad hacia otros pueblos que resienten los efectos del fenómeno migratorio, lidera las negociaciones para la suscripción del Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular.
El Pacto es el punto culminante de un esfuerzo de cerca de dos años, donde se incluyen, con el rango de principios, temas que hoy son un imperativo para cualquier sociedad civilizada: enfoque de género, sensibilidad hacia la niñez, Estado de derecho, debido proceso, participación multi-actores (gobierno y sociedad civil), soberanía nacional, cooperación internacional, desarrollo sostenible y respetos a los derechos humanos de las personas migrantes.
Del mismo modo, se han trazado 23 objetivos. En ellos se plantea reducir las condiciones de vulnerabilidad asociada al tránsito de personas, salvar vidas, asegurar que las y los migrantes tengan acceso a documentos de identidad, servicios de salud, educación y justicia, así como a propiciar su integración a las comunidades que los acogen, sin pasar por alto la necesidad de facilitar la migración regular y ordenada, así como una adecuada gestión de fronteras. La participación intergubernamental es esencial para estos objetivos, por lo que se propone asimismo la creación de mecanismos de seguimiento y acciones concretas.
Este instrumento se propone una visión internacional de la migración distinta a la tradicional, en la que el Estado y su seguridad han sido el centro de atención. Lo que se impulsa hoy es precisamente dirigir la mirada al protagonista del fenómeno -el migrante- desde una perspectiva de respeto a sus derechos humanos, mediante la adopción de políticas incluyentes con las que se suprima al máximo la xenofobia, los prejuicios y la discriminación, para dar paso a una concepción de la migración como fuente de prosperidad.
El Pacto Mundial de Migración se trata, en suma, de una importante pieza de derecho internacional dirigida a romper con los atavismos que históricamente han imposibilitado a las personas migrantes ser tratadas con la dignidad que merecen. El tema no es irrelevante, abordar la migración de forma integral y, sobre todo, humana, es uno de los grandes retos y anhelos de nuestros tiempos.