Es natural que la epidemia de adicción a los fármacos derivados del fentanilo ocupe nuestra atención. Más de 70,000 muertes al año por sobredosis califican como una emergencia de salud pública en cualquier parte del mundo.
Pero existe otra crisis de salud pública frente a nuestros ojos: un reciente reporte del Journal of the American Medical Association (JAMA) documenta qué se han quintuplicado las visitas a la sala de emergencia por intento de suicidio entre adolescentes y adultos jóvenes, al pasar de 0.9% en 2011 a 4.2% en 2020.
Ese preocupante incremento ocurrió entre 2011 y 2020, es decir, antes y durante la pandemia de COVID, la cual exacerbó los problemas de depresión, soledad, ansiedad y estrés.
Por supuesto, las razones de este aumento son muy variadas e incluyen desórdenes del comportamiento, psicosis y abuso de sustancias, un dato que conecta directamente la crisis por el abuso del consumo de fentanilo, con una problemática psico social más amplia.
Pero las salas de emergencia en los hospitales son probablemente el lugar menos apropiado para lidiar con un problema médico que requiere de una atención personalizada, por lo cual la JAMA recomienda al gobierno nacional una respuesta urgente para aumentar los servicios de atención a crisis psicológicas.
El planteamiento es imprescindible si tomamos en cuenta que dos de cada 10 familias latinas carecen de acceso a cobertura de salud, por lo cual es lógico pensar qué cientos de miles de latinas y latinos jóvenes no tienen la opción de acudir a una sala de emergencia, una de las opciones más costosas de atención médica en Estados Unidos.
De acuerdo con una reciente investigación de The New York Times, cientos de adolescentes y adultos jóvenes que han intentado quitarse la vida duermen en salas de emergencia de todo el país esperando recibir algún tipo de atención médica.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades documentaron que las tasas de suicidio a nivel nacional se mantuvieron estables entre 2000 y 2007, pero brincaron casi 60% para el 2018. Un año después 13% de todos los adolescentes reportaron haber tenido un episodio depresivo mayor, un aumento de más del 50% en relación con 2007.
Es probable que todos los padres estemos preocupados si vemos que nuestros hijos jóvenes pasen demasiadas horas frente a sus aparatos electrónicos, alejados de la socialización personal de nuestra generación.
Aunque cada caso es distinto es importante compartir esas preocupaciones con un doctor o experto, si creemos que esa sensación de aislamiento encubre un problema mayor. Esperar a que una crisis estalle puede ser demasiado tarde. Ahora está por verse si las recomendaciones de la rama de la investigación de la JAMA serán atendidas a los más altos niveles del gobierno federal. La tendencia es alarmante y amerita un compromiso institucional sin precedentes para encontrar soluciones estructurales para atender a esas nuevas generaciones que son el futuro de Estados Unidos.
Por José López Zamorano
Para La Red Hispana
www.laredhispana.com