El presidente Trump ha mostrado una habilidad inédita para convertir todo lo que toca en un arma política.
Lo hizo con la economía al detonar una guerra comercial con China, después con la pregunta sobre ciudadanía en el Censo para afectar a estados políticamente demócratas y ahora con un ultimátum migratorio-comercial contra México, para levantar el ánimo de los seguidores del presidente con vistas a las elecciones presidenciales del 2020.
Es innegable que existe una crisis migratoria, pero no se limita ni a la frontera ni a las acciones que el gobierno mexicano tome o deje de tomar. Se trata de una dinámica regional donde la pobreza e inseguridad empujan a miles de familias centroamericanas a emigrar al país de la seguridad y la abundancia. Las cifras inéditas de arribos fronterizos son la punta del iceberg.
Por supuesto es absolutamente legítimo que Estados Unidos adopte medidas para proteger la integridad territorial del país.
Sin embargo, las acciones del presidente Trump han probado ser contraproducentes: Recortó la ayuda a Honduras, Guatemala y El Salvador; purgó a las agencias migratorias a funcionarios moderados en migración y en su lugar designó a partidarios de la línea y propuso un plan de reforma migratoria que molestó a los demócratas y no entusiasmo a los republicanos.
Su decisión de amenazar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador con la imposición de aranceles para frenar el uso de México como trampolín para el paso de centroamericanos, representa un potencial disparo en el pie de dimensiones sin precedentes. No sólo lastimará a las economías de los dos países sino especialmente a los consumidores estadounidenses si escala a una guerra comercial.
De allí que su plan no sólo haya sido criticado por algunos miembros de su gobierno sino rechazado por republicanos y por la propia cúpula empresarial, la Cámara de Comercio de Estados Unidos y la Mesa Redonda Empresarial.
Funcionarios de Estados Unidos y México celebran un encuentro esta semana. Trump dice que quiere “acciones” y no “palabras”. Pero haría bien en darle una oportunidad a la diplomacia y entender que México no es su patio trasero sino un vecino soberano. Llevar a Estados Unidos y a México a una guerra comercial por motivos electorales es miope e irresponsable.
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Por José López Zamorano
Para La Red Hispana