En el viaje de la vida, a veces cargamos con unos grandes lastres que limitan nuestro vuelo en libertad. Esos “pesos muertos” son los auto juicios que equivocadamente vamos alimentando, dándoles fuerza y que tanto nos perjudican. ¿Tienes la vida que quieres? ¿Qué te limita? ¿Dónde, cuándo y a quién le compraste esos juicios? Recuerda que tus pensamientos definen tu realidad, es decir, eres lo que crees.
Todo juicio cobra vida en la realidad a través de las etiquetas. El problema con las etiquetas es que son simplemente cáscaras que contienen interpretaciones. Cuando somos capturados por una etiqueta, somos tomados por opiniones y creencias. Es decir, aceptamos voluntariamente declaraciones sin evidencia de su validez. Las interpretaciones se convierten en estereotipos, que pronto se convertirán en una falsa careta.
Nos etiquetan desde una edad temprana – la familia, profesores y amigos-. Y estas etiquetas, acerca de nuestra apariencia, personalidad, de cómo trabajamos, de nuestro estilo o comportamiento general, se repiten tan a menudo que parecen ser verdad.
Esas etiquetas o juicios de terceros sobre nosotros pasan a ser perjudiciales cuando los damos por ciertos sin ni siquiera cuestionarlos (esto sucede de manera inconsciente). Frases como “es que yo soy…”, “es que yo no sirvo…”, “es que yo soy malo para…” representan la verbalización de autojuicios que no son para nada ciertos.
Cuando nos aplicamos etiquetas, nos ponemos un filtro en la manera como nos vemos y vemos al mundo. Dicho filtro estrecha nuestra visióny reduce nuestras posibilidades.
Las etiquetas se almacenan en nuestra mente de la misma manera en que fueron proyectadas sobre nosotros. Así podemos entender el poder de las palabras y los pensamientos.
Un estudio realizado por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (México) sobreel aprendizaje autorregulado en estudiantes de educación superior, encontró que los estudiantes con bajas calificaciones suelen simplemente limitarse a sacar el mínimo requerido para aprobar, y compararse con el resto de sus compañeros, sin tomar en cuenta el factor del esfuerzo realizado. Es decir, ya tienen un autojuicio de ser malos estudiantes, y por ende actúan como tales.
Es necesario identificar cuáles son esos auto juicios infundados que nos limitan para sustituirlos por nuevos que nos abran posibilidades y nos acerquen al bienestar.
Las etiquetas son inflexibles y rígidas. No nos permiten ser o comportarnos de manera diferente a la mal llamada “normalidad”. Una etiqueta puede convertirse en una creencia limitante que nos mantiene atascados, incluso cuando queremos cambiar. Siempre hay un juicio -positivo o negativo- que va con nuestras etiquetas. Cuando la etiqueta se ajusta, nos sentimos bien acerca de nosotros mismos y cuando no encajamos, nos sentimos mal. Nos vemos desembocados a la culpa, vergüenza, ira, decepción o resentimiento.
Las creencias dirigen nuestros pensamientos. Los autojuicios nos sabotean y limitan nuestro poder de acción. Es fundamental dar pasos cada día para aceptarse a sí mismo como un ser infinitamente complejo y en constante evolución. Cultivar la aceptación y la auto compasión se hace imprescindible.
¡Nunca es tarde para transformar autojuicios en pensamientos constructivos y convertirnos en mejores y más felices seres humanos!
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