La aventura de una niña centroamericana y su arriesgado viaje hacia EEUU donde “hay espacio para los sueños de todos”.
“Todos nosotros en esta raza humana, todos somos mojados”, está reflexiva frase deja entrever la tónica del interesante y oportuno libro de Keyla Sanders.
Aquella niña que decidió emigrar a Estados Unidos junto a su hermana nunca imagino que aquel libro que siempre soñó escribir sería la historia de su dura travesía para alcanzar el Sueño Americano. “Desde los 11 años yo tenía la noción de que algún día iba a escribir un libro”.
El interesante escrito relata en primera persona el viaje por tierra de menores no acompañados, indocumentados, niños que arriesgan su vida por huir de la pobreza e inseguridad de sus países con la ilusión de llegar a EEUU.
Recuerda que aquella madrugada del 25 de Noviembre de 2000 ella y su hermana emprendieron con “un coyote” una larga y dura aventura de seis semanas hasta llegar a Brownsville, Texas.
“Fue un trayecto donde mi hermana y yo sufrimos hambre, sueño, caminatas largas, nos transportábamos en autobús y en camión, mucha gente nos daba el “jalón” (auto stop) y muchos se compadecían de nosotros”, explicó.
La hondureña tenía el sueño de llegar a Estados Unidos y lograr ser alguien. “Yo voy a llegar allá, voy a estudiar, voy a aprender inglés, voy a trabajar”. “Yo no enfrenté violaciones ni abuso sexual durante mi viaje, estaba picada de mosquitos porque estuve durmiendo en el suelo donde había bichos y pulgas”, señaló Keyla al insistir en que pese a lo malo siempre sintió la protección de dios.
Pero aun tenía que emprender otro angustioso recorrido que duró 8 años: la legalización de su estatus migratorio. “Esa fue una trayectoria muy larga para mí como inmigrante indocumentada”. Se casa con un estadounidense y juntos luchan por lograr su legalidad, incluso deben irse a vivir durante 16 meses a Honduras, con su hijo de un año, para que Keyla pudiese obtener la residencia porque “para arreglar los documentos tenía que regresar”.
Pero el detonante para escribir su historia surgió en 2010 luego de asistir a una conferencia en la Universidad de Harvard dictada por un especialista en migración quien aseveró que “todos los inmigrantes indocumentados sufren de crisis de identidad y allí fue cuando dije mi libro se va a llamar Mojada y lo voy a escribir”.
En 2020, después de convertirse en ciudadana estadounidense, Keyla emprende el proyecto, animada por su esposo que le dice “ahora estás lista para contar tu historia”.
“En Marzo vino lo más maravilloso para que pudiera terminar que fue la cuarentena y en 3 meses y medio escribí el libro”, recordó emocionada.
El libro apenas se publicó hace un mes y “se está vendiendo como pan caliente”. Además el diseño y la imagen de la portada son de la propia escritora, quien recalca que es la primera vez que una autora del Triángulo de Centroamérica cuenta su historia en primera persona”. Al reflexionar sobre su vida y la de muchos “mojados”, considera que “la migración es el tema número uno en El Capitolio al no hacer nada estamos dañando la vida de millones de personas”.
“Hoy en día sé quién soy y nadie puede decir que soy menos por mi color de piel o de dónde vengo, soy una mojada y lo somos todos, porque todos estamos aquí por un propósito: mejorar nuestras vidas, cumplir nuestros sueños y que nuestras familias estén mejor”, enfatizó.
Actualmente la autora reside con su esposo y sus tres hijos en Washington DC donde la familia tiene un negocio de
fotografía muy exitoso.
BIOGRAFÍA
En español, darle alas se traduce como empoderar a alguien para que haga algo grandioso. Keyla Sanders recibió esas alas de su abuela, quien le enseñó a tener fe, determinación y deseo de ayudar a los demás. Keyla llegó a Estados Unidos como inmigrante indocumentada cuando tenía 16 años en búsqueda de su sueño americano. Aquí ha aplicado las lecciones de su abuela: continuó su educación, encontró el amor, crió hijos y se convirtió en empresaria. A través de la fotografía y la escritura, continúa buscando formas de ayudar y empoderar a otros. Keyla vive actualmente en Washington, D.C. con su esposo, sus tres hijos y su perro excesivamente mimado.
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Por Sonia Pomenta Llaña