A más de ocho meses de las elecciones de noviembre, que ponen en disputa los 435 escaños de la Cámara de Representantes, una tercera parte del Senado, decenas de gubernaturas y miles de puestos de elección popular, la migración se perfila como el asunto definitorio del proceso electoral.
Es verdad que las preocupaciones económicas –encarnadas en el alza del precio de la gasolina— un fenómeno que acentúa las tendencias inflacionarias en la economía del país, ocupan también un lugar central en la mente –y el bolsillo—de los votantes. Pero la migración es un tema que apasiona, divide, polariza y por lo tanto, es más lucrativo como bandera política.
Fascinado con la idea del “enemigo externo”, un segmento del electorado se deja embrujar por las falsas equivalencias de la migración como una “invasión”, de los migrantes como “terroristas potenciales” o de la frontera vulnerada por una marejada de “bad hombres” que no son de la raza blanca de origen europeo. (Yo no he escuchado a nadie quejarse de la presencia ilegal de canadienses en Estados Unidos)
Y el nuevo centro del debate migratorio lo ocupa en este ciclo electoral la decisión de la administración Biden de suspender la aplicación del tristemente célebre Título 42, un vestigio de la era Trump que le negó a más de un millón de migrantes la oportunidad de que sus casos fueran procesados bajo las reglas legales del proceso de asilo.
La carta alarmista enviada por 133 legisladores republicanos al secretario de Seguridad Nacional (DHS), Alejandro Mayorkas, ilustra con claridad la estrategia de pasarle a la administración Biden la factura de los platos rotos si el fin del Título 42 deviene en un caos migratorio.
“La histórica crisis en nuestra frontera sur, va a empeorar por la rescisión del Título 42, que traerá una marejada de migrantes a nuestra frontera sur y abrumará a los agentes de la Patrulla Fronteriza. Los bien lubricados cárteles, miembros de pandillas, traficantes de personas y contrabandistas de drogas, explotarán la crisis y podrán en mayor peligro al público estadounidenses”, escribieron.
Memorando a los 133 legisladores: la “histórica crisis” ha sido en parte resultado de la irresponsable decisión de muchos de ellos a aceptar una reforma sensible del sistema migratorio, que reconozca la necesidad de mano de obra joven, confiable, regular y segura: una reforma inspirada en las mejores causas de Estados Unidos y que sea modelo de racionalidad, dignidad y humanismo.
Pero es más fácil escribir cartas y dar entrevistas ondeando la bandera de una supuesta crisis, que hacer el trabajo para el que fueron electos y contratados: legislar, es decir construir el edificio de reglas de sentido común para resolver los mayores retos del país. Eso requiere valor y visión: dos monedas escasas en nuestra clase política.
Por José López Zamorano
Para La Red Hispana
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