Rafael Laveaga
Cónsul de México en Washington, D.C.
El pasado 10 de mayo celebramos el Día de las Madres en México, Guatemala y El Salvador. En Honduras se celebró el segundo domingo de mayo, al igual que en los Estados Unidos.
La fecha del 10 de mayo surgió en esta zona del país –en el estado de West Virginia- en 1908, cuando la luchadora por los derechos de la mujer, Ana Jarvis, conmemoró el tercer aniversario de la muerte de su madre, objetivo que se cumpliría años después, pero no el 10 de mayo sino el segundo domingo de mayo, según lo estableció oficialmente el presidente Woodrow Wilson, en 1914.
Como buen observador del acontecer internacional, Rafael Alducin, fundador del diario mexicano Excélsior, emprendió una campaña para lograr que en México también se dedicara un día para celebrar a las madres, lo que –con el apoyo de amplios sectores de la sociedad- se consiguió el 10 de mayo de 1922. Ese fue el primer Día de las Madres que se celebró en México, lo cual se convirtió rápidamente en una tendencia internacional.
Niñas y niños en todas las escuelas dedican largas horas para hacer el regalo del 10 de mayo. Es también un día de reunión familiar, probablemente el más importante del año después de la Navidad. Fondas y restaurantes se llenan de gente y el tráfico en las ciudades se complica. También en los cementerios hay movimiento y allí donde se contratan mariachis y tríos para llevar serenatas.
Es un merecido homenaje a la entrega incondicional de nuestras madres. Pero no debemos olvidar el origen que motivó esta celebración: la lucha por los derechos de la mujer. El 10 de mayo es un buen día para recordar la igualdad entre hombres y mujeres; para hacerle saber a nuestras madres, y a las madres de nuestros hijos, que no solo ellas deben ocuparse del hogar y de los niños. Nuestras parejas, e incluso nuestras ex parejas –en tanto madres de nuestros hijos- deben tener un trato de gran respeto. Un trato libre de violencia, porque las madres de nuestros hijos no son menos mamás que nuestras propias madres.
Poner nuestro granito de arena -todos los días, no solo el 10 de mayo- para acabar con la violencia contra las mujeres, es una buena forma de rendir homenaje a nuestras madres.