La emergencia de salud pública por el Covid-19 no sólo desnudó las insuficiencias de un sistema sanitario estadounidense que era visto como el número uno del mundo, sino también confirmó que en un mundo globalizado las pandemias no reconocen fronteras, ni diferencias raciales, étnicas, generacionales o estratos económicos Nadie estamos a salvo.
Desde el más humilde trabajador informal hasta la casa real británica, desde un indefenso infante hasta una ancianita de 102 años, nadie está exento del contagio. La ocurrencia de que el coronavirus era un patógeno elitista ha quedado desmentida por las circunstancias, conforme avanza invisible, paso a paso, por todos los rincones el mundo.
Es entendible por ello el reclamo de organizaciones de defensa de hispanos por la decisión de excluir de la llamada Cares Act, el inédito paquete de rescate económico de 2 trillones (millones de millones) de dólares, a la abrumadora mayoría de inmigrantes indocumentados, a pesar de que unos 8 millones de trabajadores sin autorización contribuyen anualmente con miles de millones de dólares de pago de impuestos.
No sólo no tendrán acceso a los cheques de desempleo, sino que no hay garantía de cobertura de salud para quienes carecen de seguro médico.
Sólo los “dreamers”, los beneficiarios de DACA, y los del TPS, tienen la opción de aplicar para el seguro de cesantía y recibir los $600 dólares semanales adicionales. En la misma semana que se aprobó la Cares Act, un record de 3.2 millones de trabajadores solicitaron apoyo por desempleo.
No está de sobra afirmar que la emergencia de salud pública golpeará desproporcionalmente a las familias latinas en general.
Tiene lógica por ello que muchos lideres comunitarios o activistas de grupos independientes prefirieran la más generosa versión de rescate patrocinada por la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, quien decidió apoyar la versión del Senado en aras de la rápida expedición de los pagos a 150 millones de hogares.
Los demócratas dejaron en claro que están planeando ya una cuarta iniciativa de rescate con un componente de inversiones en infraestructura. Se trata de una propuesta en sincronía con una de las prioridades del presidente Trump, lo cual puede ser un gran remedio para un gran mal.
Si los lideres políticos nos muestran nuevamente que ningún afán partidista está por encima del interés general, las nuevas iniciativas de rescate deben ser justas y equitativas, y no excluir a nadie, porque el bienestar es cosa de todos y en materia de salud pública las cadenas se rompen por el eslabón más débil.
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Por José López Zamorano