Hoy quiero aprovechar este magnífico espacio en Latin Opinion para compartir algunas de las enseñanzas que nos obsequió Pamela Molina, hace unos días, a quienes trabajamos en la Sección Consular de la Embajada de México en Washington, D.C.
Pamela es la Directora Ejecutiva de la Federación Mundial de Personas Sordas (wfdeaf.org), una mujer que se autodefine como apasionada de los Derechos Humanos y la Justicia Social. En efecto, lo es. Con ella aprendimos que las personas sordas no son mudas. Equivocadamente, se les llama “sordomudas”, pero no oír no significa no tener cuerdas vocales para emitir sonidos.
Aprendimos que la lengua de señas no es universal: hay entre 180 y 300 en el mundo. Las personas sordas tienen su propia cultura, han desarrollado su propia identidad, su arte, su historia y, desde luego, el valor de la lengua de señas.
Las personas sordas –a las que también puede llamárseles “personas con discapacidad auditiva”- tienen también una memoria visual extraordinaria, que les hace desarrollar un sentido de orientación igualmente extraordinario; una forma diferente de percibir el mundo, el movimiento y la vida misma.
Ser persona sorda “no es una tragedia”, nos dijo Pamela. La tragedia es que la sociedad no proporcione accesibilidad ni muestre respeto alguno hacia la diversidad. Qué sabias palabras. Y qué duras.
Se sabe que más del 90% de la infancia sorda nace de padres oyentes, muchos de los cuales, desafortunadamente, no aprenden la lengua de señas y concentran todos sus esfuerzos en “rescatar” la audición de sus pequeños, afectando –sin querer– su proceso de aprendizaje como persona sorda.
La maestra Molina nos dijo también que, por falta de oportunidades y de accesos, las personas sordas tienen más probabilidades de estar desempleadas, sin escolarizar y con recursos escasos.
Pero no todo son malas noticias: hay ciudades en Estados Unidos que instalan gratuitamente —en domicilios y oficinas— un servicio de internet, con imagen en vivo de intérpretes de lengua de señas, las 24 horas. Es de fundamental importancia dar a conocer en nuestras localidades que existe esta posibilidad en los Estados Unidos.
Cuando tengamos frente a nosotros a una persona sorda, hagámosla sentir bienvenida y comprendida. El recurso más necesario es un(a) intérprete de lengua de señas pero, en su ausencia, pueden usarse la escritura, el lenguaje corporal y las expresiones faciales mismas.
No alcemos jamás la voz -“de todos modos no los oímos, pero sí los vemos”, dice Pamela- y mirémosles siempre a los ojos, no nos dirijamos a la persona que interpreta, sino a la persona sorda que busca comunicarse con nosotr@s.
En videoconferencias, en reuniones en línea —o en persona— hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para que siempre haya subtítulos e interpretación en lengua de señas. Hay un grupo extraordinario de seres humanos que lo agradecerá. Luchemos siempre para hacer realidad la igualdad de derechos.
Rafael Laveaga
Jefe de la Sección Consular de la Embajada de México en Washington, D.C.