La Primera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos prohíbe al gobierno federal limitar la libertad de expresión o castigar a alguien por lo que haya dicho. En un principio fue concebida con el fin de proteger el discurso político y que el gobierno clausurara periódicos que expresaran disidencia, pero a lo largo del tiempo, el Tribunal Supremo ha interpretado que dentro del discurso protegido también se encuentran comprendidas las marchas, protestas y otras formas de conducta expresiva, ampliando este concepto al lenguaje de odio y a la conducta ofensiva. Esto significa, que no importa cuán ofensivas sean las ideas de una persona o cuán molestas sean sus imágenes, la Primera Enmienda protege a la persona en su derecho a ser escuchada. Sin embargo, esto no significa que el gobierno o los ciudadanos aprueben las expresiones ofensivas o blasfemas.
El discurso que conduce a la violencia no se encuentra protegido
Los tribunales no protegen toda expresión. La prueba es si el discurso puede derivar en conducta violenta o en otras acciones ilegales. Básicamente, los tribunales han resuelto que si alguien realiza una amenaza directa contra otra persona o si incita a un grupo a cometer un acto inminente de violencia, esa expresión no se encuentra amparada por la ley y, en consecuencia, el gobierno tiene autoridad para intervenir.
John Shuford, quien enseña resolución de conflictos en la Universidad Estatal de Portland, Oregón y fundador del Centro de Investigación de Políticas y Estudios sobre el Odio, señala que marcar el límite “nunca ha sido fácil y nunca lo será”. “Tenemos que aceptar al a veces desagradable orador y la a veces desagradable premisa de que las personas pueden decir cosas que lastiman y que son incendiarias, pero también debemos reconocer que cuando las personas traspasan el límite, cuando van demasiado lejos, están infringiendo la ley”.
Luchar contra el lenguaje ofensivo
La pregunta según Shuford, entonces, es la siguiente: “¿Cómo abordamos de la mejor manera el discurso controvertido, quizá ofensivo, incendiario, pero que no necesariamente cruza la línea de lo que de otro modo sería considerado conducta ilegal?
La respuesta es el debate intenso, y la idea de que la mejor manera de combatir ideas con las que no se concuerda es proponer las propias. En este sentido, el gobierno no prohíbe el discurso con el que disiente, sino que, por el contrario, garantiza que todos puedan hablar y confrontar las ideas que consideren ofensivas. Al defender los derechos individuales, este enfoque garantiza que todos puedan expresar sus opiniones, sin importar quién esté en el poder.
La mejor manera de combatir las expresiones ofensivas es contrarrestarlas con la libertad de expresión aún cuando expresen odio.
La libertad de expresión nos pertenece a todos
Martin Luther King ejerció la libertad de expresión desde la cárcel. Sin ella, George Washington pensaba que los hombres serian como ovejas hacia el matadero. La libertad de expresión nos pertenece a todos, lo dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El reformista social y abolicionista Frederick Douglass escribió: “La libertad carece de significado cuando el derecho de cada uno a emitir sus pensamientos y opiniones ha dejado de existir. Suprimir la libertad de expresión está mal en dos sentidos, violenta tanto los derechos del que escucha, como los del que habla”.