La humanidad celebra este 22 de abril el Día de la Tierra y llama la atención que las conmemoraciones del año tengan como lema y objetivo promover el “alfabetismo climático y ambiental”, una especie de himno de batalla sobre la necesidad de promover una ciudadanía global consciente de la amenaza que representa el cambio climático.
Se dice que en la era de la globalización no basta leer y escribir para tener oportunidades laborales en una economía crecientemente marcada por el impacto de la tecnología en la manera que la sociedad produce sus bienes y servicios. Aquellas personas con menor educación formal tienden a ser desplazadas por quienes hablan el lenguaje de las computadoras.
Por ello tiene sentido que, en momentos que la humanidad enfrenta el riesgo claro y presente del calentamiento global, hablemos de un alfabetismo climático y ambiental para subrayar la urgencia de alentar la conciencia de la sociedad civil global sobre la importancia de nuestro involucramiento inmediato y duradero en la batalla por la naturaleza.
¿Y en qué papel de esta película figuramos los latinos? En cada conmemoración ambiental recordamos que los latinos tenemos una vocación natural por la preservación de la naturaleza y por la participación en actividades recreativas al aire libre.
Ocho de cada 10 latinos que residen en Estados Unidos coinciden que es “extremadamente importante” reducir la polución y utilizar fuentes alternas de energía, además de promover esfuerzos para la preservación del agua. Una proporción similar consideramos importante proteger la vida silvestre y las especies en peligro de extinción, así como tener estándares para el aire limpio, la prevención del calentamiento global y el cambio climático.
La inclinación está allí pues, pero falta ver si los latinos estamos dándole contenido concreto a nuestro afecto por la naturaleza o si somos “analfabetos” en materia ambiental.
¿Entendemos los principios básicos del sistema de cambio del planeta? ¿Conocemos los argumentos científicos sobre el cambio climático? ¿Tomamos decisiones personales y cotidianas consistentes con el objetivo de reducir el impacto adverso de la actividad humana sobre el futuro ambiental?
¿En otras palabras, caminamos o usamos la bicicleta en lugar de manejar el automóvil?
¿Colaboramos en algún esfuerzo de conservación en nuestras comunidades?
¿Reciclamos los desperdicios no sólo en casa sino en la calle?
¿Comunicamos a nuestros hijos el valor de la conservación y de la importancia de una cultura ecológica?
El Día de la Tierra es una oportunidad inmejorable para dar avances significativos a fin de mejorar nuestra comprensión de las causas del calentamiento global, como un primer paso para ajustar nuestros estilos de vida tanto como sea necesario a fin de crear las condiciones de un mundo mejor para las próximas generaciones. Amar a la naturaleza no basta. Es hora de actuar.
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