La generosidad de los Estados Unidos se ha manifestado a lo largo de sendos episodios históricos. En 1948, con motivo de la Segunda Guerra Mundial, el país desembolsó el equivalente de 135,000 millones de dólares en dólares actuales para la reconstrucción de Europa, un acto de esplendidez que le redituó a Washington una relación geopolítica especial con los países europeos occidentales que se preserva hasta este momento.
Más recientemente, a partir de la década de los 90’s, Estados Unidos puso en marcha los programas del Estatus de Protección Temporal (TPS) para América Central, una región afectada por la guerra civil, así como a países como Haití, azotados por desastres naturales. De la misma forma hace 15 años activó el Plan Colombia para el combate a las drogas, ahora rebautizado como Paz Colombia, y la década pasada la Iniciativa Mérida para México.
Es verdad que la condición de Estado Libre Asociado de Puerto Rico no justifica en términos prácticos habla de un plan de ayuda como si fuera un ente foráneo. Después de todo, sus residentes son ciudadanos estadounidenses. Pero la magnitud de la devastación causada por el huracán María y otros meteoros, reclama pensar en una solución de dimensiones similares a las de la reconstrucción de Europa tras el cataclismo de la segunda guerra mundial.
A más de 50 días del azote del huracán María, un alto porcentaje de la isla continúa sin servicio eléctrico y sin telecomunicaciones, con carreteras intransitables y con problemas severos en el suministro de servicios de salud, educación y transporte, entre otros.
Aun cuando el Congreso aprobó un paquete de emergencia de más de 36,000 millones de dólares para la emergencia inmediata, las necesidades de la isla son ingentes, no solo para reconstruir, sino para actualizar y reforzar su infraestructura de servicios críticos, a fin de hacerla más resistente a huracanes de magnitudes crecientes.
Puerto Rico requiere al menos un presupuesto de 94,000 millones de dólares para reconstruir. Tal es la estimación “conservadora” del gobernador de la isla, Ricardo Roselló, quien viajó esta semana a Washington para sensibilizar al Congreso y a la Casa Blanca no solo sobre la importancia sino la urgencia de aprobar los recursos.
A la luz de la evidencia flagrante del doble estándar inicial del que fue objeto la isla comparada con la respuesta para Texas y Florida, tiene razón el gobernador cuando afirma que Puerto Rico sólo pide un trato igualitario. Nada más y nada menos. Las autoridades de la isla se comprometen por su parte a disponer de los recursos de manera responsable y transparente.
Por lo pronto la Casa Blanca debe dar a conocer esta semana la recomendación de ayuda adicional suplementaria que la isla debe recibir para el Día de Acción de Gracias, como parte de un paquete especial que incluiría una segunda entrega antes de fin de año.
Ahora corresponde al Congreso y a la Casa Blanca ponerse a la misma altura del patriotismo de miles de puertorriqueños han puesto sus vidas en la raya para pelear a nombre de este país en todas las guerras y conflictos. Estados Unidos no puede ser candil de la calle y oscuridad de su casa, para responderle a sus valientes ciudadanos en momentos de zozobra y necesidad.
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