Se cumple esta semana el quinto aniversario del Programa de Acción Diferida para Llegados en la Infancia (DACA), lo que debería ser ocasión para celebrar el ejemplo de dedicación y esfuerzos que nos han obsequiado unos 800,000 “soñadores” para contribuir a este país y mostrar que es posible un camino digno y respetuoso para los inmigrantes indocumentados.
Pero lastimosamente DACA cumple sus primeros cinco años bajo el fuego cruzado de sus detractores, incluidos los 26 estados que buscan disolverlo legalmente, así como de la indiferencia de una administración Trump que no ha enviados señales claras sobre su futuro, a pesar de que prometió una solución humanitaria para los jóvenes soñadores.
Si la política migratoria de los Estados Unidos se basara en hechos reales y no en mitos, el argumento para la continuidad de DACA es claro y contundente: un 87% de sus beneficiarios están empleados en los Estados Unidos, lo que implica que están haciendo sus aportaciones de impuestos, Seguro Social y Medicare.
Un informe del Centro de Recursos Legales para los Inmigrantes (ILRC) documenta que una terminación del DACA reduciría las contribuciones al Seguro Social y al Medicare en 24.6 mil millones de dólares. Su eliminación sería particularmente lesiva para estados como California, que alberga a más de 220,000 beneficiarios.
Pero más allá de los beneficios económicos de DACA, debemos reconocer que los soñadores se han convertido en un modelo de activismo político pacifico: Le han enseñado a los Estados Unidos y al mundo la importancia de políticas sensatas que apelen a los valores positivos como la justicia, el trabajo y la tolerancia.
De allí que es preocupante la reciente decisión de la administración Trump de rescindir la ampliación de DACA y su versión para adultos DAPA, aun cuando sus beneficios pudieron haberse hecho extensivos a más de 4 millones de personas ansiosas de sumarse legalmente a contribuir al crecimiento de un país que les ha dado mucho.
También son angustiantes para muchos las señales de la posible eliminación de los Programas de Protección Temporal (TPS), que han permitido a cientos de miles de centroamericanos y caribeños que escaparon de la inseguridad, la pobreza o los desastres naturales.
Miles tienen previsto conmemorar esta semana el primer lustro de DACA. Será un recordatorio oportuno de que, más allá de los beneficios tangibles que el programa ha dado en sus primeros cincos años, aún se requiere una solución permanente a las justas reivindicaciones de millones de inmigrantes que aspiran a un futuro mejor y desean salir de las sombras para contribuir al engrandecimiento de los Estados Unidos.
La reforma migratoria integral sigue siendo la gran tarea pendiente de los Estados Unidos, toda vez que el país requiere de un sistema racional que le permita contar con un flujo ordenado y sustentable de mano de obra, y que cumpla la misión de unificar a familias separadas por la distancia.
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