EL PRESIDENTE: Juez jefe Roberts, presidente Carter, presidente Clinton, presidente Bush, presidente Obama, conciudadanos estadounidenses, y pueblos del mundo: gracias.
Nosotros, los ciudadanos de Estados Unidos, estamos ahora unidos en un gran esfuerzo nacional para reconstruir nuestro país y restaurar su promesa para toda nuestra población. Juntos, determinaremos el curso de Estados Unidos y del mundo por muchos, muchos años por venir. Nos enfrentaremos a retos. Nos enfrentaremos a dificultades. Pero haremos el trabajo.
Cada cuatro años nos reunimos en estos escalones para llevar a cabo la transferencia ordenada y pacífica de poder, y estamos agradecidos al presidente Obama y a la primera dama Michelle Obama por su graciosa ayuda durante esta transición. Han sido magníficos. Gracias.
La ceremonia de hoy, sin embargo, tiene un significado muy especial, porque hoy no estamos simplemente transfiriendo el poder de una administración a otra, o de un partido a otro, sino que estamos transfiriendo el poder de Washington D.C. y devolviéndoselo a ustedes, al pueblo.
Durante demasiado tiempo, un pequeño grupo en la capital de nuestra nación ha cosechado las recompensas del gobierno mientras que la gente ha soportado el costo. Washington floreció, pero la gente no participó de su riqueza. Los políticos prosperaron, pero los trabajos se fueron y las fábricas cerraron. El sector establecido se protegió a sí mismo, pero no a los ciudadanos de nuestro país. Sus victorias no han sido las de ustedes. Sus triunfos no han sido los de ustedes. Y mientras ellos celebraban en la capital de nuestra nación, había poco que celebrar para familias que pasaban dificultades por toda nuestra tierra.
Todo esto cambia, empezando aquí y ahora mismo, porque este momento es su momento. Les pertenece. Les pertenece a todos los que están reunidos aquí hoy y a todos los que observan en todo Estados Unidos.
Este es su día. Esta es su celebración. Y este, los Estados Unidos de América, es su país. Lo que realmente importa no es qué partido controla nuestro gobierno, sino si nuestro gobierno está controlado por el pueblo. El 20 de enero de 2017 será recordado como el día en que el pueblo volvió a ser quien gobierna esta nación. Los hombres y mujeres olvidados de nuestro país ya no serán olvidados. Todo el mundo les está escuchando ahora. Vinieron por decenas de millones para formar parte de un movimiento histórico como el mundo nunca ha visto.
En el centro de este movimiento hay una convicción crucial: que una nación existe para servir a sus ciudadanos. Los estadounidenses quieren buenísimas escuelas para sus hijos, vecindarios seguros para sus familias y buenos empleos para ellos. Estas son exigencias justas y razonables de personas justas y de un público justo.
Pero para muchos de nuestros ciudadanos, existe una realidad diferente: Madres y niños atrapados en la pobreza en el interior de nuestras ciudades; fábricas oxidadas dispersas como lápidas en el paisaje de nuestra nación; un sistema educativo, lleno de dinero, pero que deja a nuestros jóvenes y bellos estudiantes privados de todo conocimiento; y crimen y pandillas y drogas que han robado demasiadas vidas y han robado a nuestro país tanto potencial no realizado. Esta carnicería estadounidense se acaba justo aquí y se detiene ahora mismo.
Somos una nación, y su dolor es nuestro dolor. Sus sueños son nuestros sueños. Y su éxito será nuestro éxito. Compartimos un corazón, un hogar y un destino glorioso.
El juramento al cargo que presto hoy es un juramento de lealtad a todos los estadounidenses.
Durante muchas décadas, hemos enriquecido la industria extranjera a expensas de la industria estadounidense; subsidiado ejércitos de otros países al tiempo que permitimos el muy triste agotamiento de nuestro ejército. Hemos defendido las fronteras de otros países al tiempo que nos negamos a defender las nuestras propias y hemos gastado billones y billones de dólares en el extranjero, mientras que la infraestructura de Estados Unidos ha caído en deterioro y decadencia.
Hemos hecho ricos a otros países mientras la riqueza, la fuerza y la confianza de nuestro país se han disipado en el horizonte.
Una por una, las fábricas se cerraron y dejaron nuestras costas, sin siquiera pensar en los millones y millones de trabajadores estadounidenses que quedaban atrás. La riqueza de nuestra clase media ha sido arrancada de sus hogares y luego redistribuida por todo el mundo. Pero eso es el pasado. Y ahora solo estamos mirando al futuro.
Nosotros, reunidos aquí hoy, emitimos un nuevo decreto para que se escuche en todas las ciudades, en todas las capitales extranjeras y en todos los salones del poder. A partir de este día, una nueva visión gobernará nuestra tierra. A partir de este día, va a ser sólo “Estados Unidos lo primero” – Estados Unidos lo primero. Todas las decisiones sobre el comercio, los impuestos, la inmigración y los asuntos exteriores se harán en beneficio de los trabajadores estadounidenses y de las familias estadounidenses. Debemos proteger nuestras fronteras de los estragos de otros países que fabrican nuestros productos, robando nuestras empresas y destruyendo nuestros empleos.
La protección conducirá a una gran prosperidad y fortaleza. Lucharé por ustedes con toda la fuerza de mi aliento, y nunca, nunca les defraudaré. Estados Unidos empezará a ganar otra vez, ganando como nunca antes.
Recuperaremos nuestros empleos. Recuperaremos nuestras fronteras. Retornaremos nuestra riqueza. Y traeremos de vuelta nuestros sueños.
Construiremos nuevas carreteras, autopistas, puentes, aeropuertos, túneles y ferrocarriles en toda nuestra maravillosa nación.
Sacaremos a nuestra gente del sistema de bienestar social benéfico y volverán a trabajar, reconstruyendo nuestro país con manos estadounidenses y trabajo estadounidense.
Seguiremos dos sencillas reglas: comprar productos estadounidenses y contratar estadounidenses.
Buscaremos amistad y buena voluntad con las naciones del mundo, pero lo haremos con el entendimiento de que es el derecho de todas las naciones poner sus propios intereses en primer lugar. No pretendemos imponer nuestro estilo de vida a nadie, sino dejar que brille como ejemplo – brillaremos – para que todos lo sigan.
Reforzaremos viejas alianzas y formaremos nuevas, y uniremos al mundo civilizado contra el terrorismo radical islámico, que erradicaremos completamente de la faz de la Tierra.
En el centro de nuestra política habrá una lealtad total a los Estados Unidos de América, y por medio de nuestra lealtad a nuestro país, redescubriremos nuestra lealtad entre nosotros. Cuando uno abre su corazón al patriotismo, no hay lugar para los prejuicios.
La Biblia nos dice: “Ved que hermoso y que dulce habitar los hermanos [en Dios] todos juntos”. Debemos decir lo que pensamos abiertamente, debatir nuestros desacuerdos sinceramente, pero siempre perseguir la solidaridad. Cuando Estados Unidos está unido, Estados Unidos es totalmente imparable.
No debe haber miedo. Estamos protegidos, y siempre estaremos protegidos. Seremos protegidos por los grandes hombres y mujeres de nuestro ejército y policía. Y, lo que es más importante, estaremos protegidos por Dios.
Por último, debemos pensar en grande y soñar aún más. En Estados Unidos, entendemos que una nación sólo está viviendo mientras se esfuerza. Ya no vamos a aceptar políticos que son todo palabras y no acción, quejándose constantemente pero nunca haciendo nada al respecto.
El tiempo de las palabras vacías ha terminado. Ahora llega la hora de la acción. (Aplausos). No permitan que nadie les diga que no se puede hacer. Ningún desafío puede igualar el corazón, la lucha y el espíritu de Estados Unidos. No fallaremos. Nuestro país se desarrollará y prosperará nuevamente.
Estamos en el nacimiento de un nuevo milenio, listos para desbloquear los misterios del espacio, para liberar a la Tierra de las miserias de la enfermedad y para aprovechar las energías, las industrias y las tecnologías del mañana. Un nuevo orgullo nacional agitará nuestras almas, elevará nuestras miradas y sanará nuestras divisiones.
Es hora de recordar la vieja sabiduría que nuestros soldados nunca olvidarán: que si somos negros o marrones o blancos, todos sangramos la misma sangre roja de los patriotas. Todos disfrutamos de las mismas libertades gloriosas, y todos saludamos la misma gran bandera estadounidense. Y si un niño nace en la expansión urbana de Detroit o en las llanuras azotadas por el viento de Nebraska, miran hacia el mismo cielo nocturno, llenan su corazón con los mismos sueños y están infundidos con el aliento de la vida por el mismo Creador Todopoderoso.
Así que a todos los estadounidenses, en todas las ciudades cercanas y lejanas, pequeñas y grandes, de montaña a montaña, de océano a océano, escuchen estas palabras: Nunca volverán a ser ignorados. Sus voces, sus esperanzas y sus sueños definirán nuestro destino estadounidense. Y su valentía y bondad y amor nos guiarán por siempre en el camino.
Juntos, haremos a Estados Unidos fuerte otra vez. Haremos a Estados Unidos rico otra vez. Haremos que los Estados Unidos vuelvan a estar orgullosos. Haremos a Estados Unidos seguro otra vez. Y, sí, juntos, haremos a Estados Unidos grande otra vez.
Gracias. Dios les bendiga. Y Dios bendiga a los Estados Unidos de América. (Aplausos). Gracias. Dios bendiga a los Estados Unidos de América.
15 de noviembre de 2024
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