En sus orígenes, las convenciones del Partido Republicano y del Partido Demócrata fueron un foro de un intenso y apasionado debate político de las ideas, iniciativas o problemas de la nación, como también del examen público de los méritos de quienes aspiraban a dirigir los destinos del país.
Aunque algunas de las Convenciones políticas han estado marcadas por manifestaciones violentas como las registradas en 1968, después del asesinato del líder afro americano Martin Luther King, la mayor parte de las expresiones han sido pacíficas, como corresponde al ejercicio responsable de la libertad de expresión.
Sin embargo, llama la atención que las autoridades del estado de Ohio, donde se celebró la pasada semana la Convención Republicana que nominó a Donald Trump como candidato presidencial, mantuvieran la política estatal que permite portar armas en público y a la vista, una legislación conocida como “Open Carry”.
Sólo en la Quicken Loans Arena, el sitio donde fue nominado oficialmente Trump, no se permitió la portación de armas porque el Servicio Secreto lo etiquetó como un Evento Especial de Seguridad Nacional.
Durante el fin de semana previo a la Convención fui testigo en primera fila de una manifestación contra las políticas migratorias de Trump. Más de un centenar de jóvenes protestó contra sus planes de muros fronterizos. Lo hizo con intensidad, con pasión y, lo más importante, de manera totalmente pacífica sin confrontar a la policía.
Las manifestaciones pacíficas confirman y validan a los sistemas democráticos, porque son el mejor ejemplo de que el ejercicio de uno de los derechos más fundamentales, no debilita sino fortalece a la nación, cuando se ejerce de manera respetuosa y responsable.
Es por eso que resulta totalmente inaceptable que desde la tribuna de las campañas presidenciales alguno de los candidatos enaltezca la violencia y las agresiones contra aquellos que discrepan de nuestros propios puntos de vista.
De la misma forma, aquellas organizaciones que ejercen su derecho a la libertad de expresión, deben hacerlo no sólo de manera pacífica sino respetando a aquellos que se reúnen libremente para respaldar a cualquier aspirante presidencial.
Uno de las tareas más complejas de las democracias modernas es lograr ese perfecto balance, en el cual el ejercicio de los derechos de un grupo de personas no afecte el ejercicio de los derechos de otros. Las sociedades que alcanzan ese equilibrio son recompensadas con el privilegio de la estabilidad política.
Hace casi 150 años, en 1867, un presidente mexicano, Benito Juárez, pronunció una frase que debería convertirse en una filosofía universal de las sociedades del mundo: “El respeto al derecho ajeno, es la paz”.
Estados Unidos atraviesa un periodo de convulsión social por el reciente asesinato de policías y de afroamericanos, en la recta final hacia las elecciones presidenciales del 8 de noviembre.
Nada mejor que celebrar y honrar a la democracia más longeva del planeta, que ejerciendo de manera responsable y respetuosa los derechos fundamentales que han costado muchas vidas y sacrificios a lo largo de su historia.
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22 de diciembre de 2024
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