Las fronteras que dividen los territorios que ocupan los países siguen siendo una realidad jurídico-política, pero en el ámbito socioeconómico se han ido esfumando con el avance de la globalización. Si bien el ejemplo más acabado es el de la Unión Europea que permite la libre circulación de mercaderías y personas, una moneda e instituciones comunes, el fenómeno de integración económico-comercial y social también se percibe en América del Norte a pesar de no contar con un proceso de integración reconocido jurídicamente como en la Unión Europea. Veamos algunos ejemplos que ilustran esta realidad.
La frontera entre México y Estados Unidos registra más un millón de cruces legales cada día; se trata de una región en la que se viven no sólo todos los temas de la agenda bilateral entre ambos países, sino de una región en la cual ciudadanos de ambos países cruzan de un país a otro de manera cotidiana como parte de su modo de vida. La cultura binacional se aprecia ahí más nítidamente que en cualquier otro lugar de ambos países. Si los estados fronterizos de ambos países fueran un país independiente, serían la sexta economía más grande del mundo. La frontera no es el punto que divide a México de Estados Unidos, al contrario, es el punto que nos conecta y nos convierte en socios estratégicos.
Se trata de la frontera más dinámica del mundo, a pesar de lo cual es una frontera sin conflictos significativos y de gran seguridad para ambos países que no ha sido puerta de entrada para terroristas. Por esa frontera cruza también más del 60% del comercio entre ambos países, del cual dependen más de 6 millones de empleos en Estados Unidos.
En materia social, en Norteamérica viven decenas de familias binacionales. Más de un millón de estadounidenses viven gran parte del año en México y con el retiro de la generación baby boom la cifra crecerá en los próximos años. En el caso de los mexicanos que viven en Estados Unidos la circularidad es impresionante. Si a sus visitas a México incorporamos a los turistas mexicanos que visitan Estados Unidos, en 2015 el reingreso de connacionales a México fue de poco más de 11 millones de mexicanos. Por su parte, más de siete millones de turistas estadounidenses visitaron México.
En su reciente participación en el Foro Anual del American Jewish Committee en Washington DC, la Canciller de México Claudia Ruiz Massieu señaló que “la inversión mexicana en EU es hoy de 17.6 billones de dólares con un crecimiento de 35% en los últimos cinco años”. Asimismo, destacó que “los 35.5 millones de Mexicanos y mexicoamericanos que viven en EU generan el 8% del Producto Nacional Bruto de este país”.
Las economías de ambos países están interconectadas, aunque México depende mucho más de EU que éste de México. Por ejemplo, los aviones learjet que se ensamblan en Wichita, tienen motores producidos en Canadá y fuselajes y cableados producidos en México. Este ejemplo se repite en la industria automotriz, manufactura e industria de electrodomésticos, lo cual significa que producimos juntos.
El bienestar de Estados Unidos frente a un mundo con creciente competencia, depende en buena medida de la cooperación con Canadá y México para que sus productos sean más competitivos.
En este proceso de integración económico comercial, es cada vez más visible el crecimiento de familias binacionales en el plano social, en el plano humano. Los mexicanos y los estadounidenses somos cada vez más binacionales porque SOMOS NORTEAMÉRICA.