“Hay que hacer la diferencia, y estoy orgullosa de lo que hago”
Janet Arce es una conocida líder comunitaria de origen puertorriqueño residenciada en Baltimore, mamá de tres hijos, que cuenta con casi una década dedicada a ayudar a los demás a satisfacer sus necesidades básicas y sobrellevar una vida difícil.
Al principio comenzó su carrera de servicio social trabajando para la organización Centro de la Comunidad, Inc., donde se desempeñaba como asesora atendiendo a la familia latina que iba allí en busca de apoyo.
Por ponerse del lado del más débil y ser testigo de hechos que no comulgaban con sus principios éticos, fue despedida injustamente; acudió a la Corte y un juez le dio la razón. La experiencia le impulsó para crear su propia fundación, que sin pedir un centavo hoy ya tiene cinco años brindando comida y recursos básicos a los más necesitados, “sin importar raza, color o religión”.
Hoy cuenta en primera persona parte de su historia.
FRAUDE
Llevaba ya tres años trabajando con la compañía y había visto mucha injusticia, robo, fraude y maltratos. Llegó un momento en que ya no quería ser parte de ese circo, no porque estuviera practicando lo mismo, sino porque era testigo de lo que estaba sucediendo.
Un día llegó un señor a la oficina porque tenía una cita en la Corte por una infracción de tránsito, esta se encontraba a tres horas de distancia y estaba desesperado porque no sabía cómo llegar. No lo ayudaron, llegó tarde y perdió la audiencia, lo que concluyó en una orden de arresto y después de deportación.
No conforme con esto, luego fue a la oficina la esposa de ese señor a solicitar asesoría legal, y la señora Rivera le pidió 500 dólares con la falsa promesa de que el abogado del Centro de la Comunidad supuestamente actuaría para evitar que al hombre lo deportaran. Yo le aconsejé que no les diera ese dinero, pues consideré que la estaban engañando en una situación que ya era irreversible. Ellos siempre cobraban por servicios que se supone eran gratis o a bajos precios.
Yo nunca pedí dinero a las personas que se acercaban a mi escritorio, por eso siempre se llenaba. Sintieron que les estaba tumbando el negocio, yo alce la voz y reclamé por las irregularidades que estaba viendo allí, y fue entonces cuando me pidieron que firmara un memorando con la amenaza de que si no lo hacía tendría que irme. Me negué y me despidieron. Lleve el caso a la Corte, me presenté sin abogado y les gané cuatros años de salario. Ellos querían apelar el caso pero el juez se los negó, porque determinó que a mí me despidieron injustamente.
Esas personas reciben donaciones pero los primeros que se beneficiaban era la gente de la oficina.
LA FUNDACIÓN ARCE
Desde que gané el caso abrí mi propia fundación que se llama Fundación Arce, donde ayudamos a la comunidad en general sin importar raza, color o religión, pero especialmente a aquellas personas que necesitan comida.
Tenemos un programa donde vamos todos los meses a alimentar a 350 personas, y el mes de noviembre esa cifra sube a 500, especialmente desamparados y personas que viven en las calles. Tengo un grupo de cerca de 100 voluntarios que ayudan a llevar comida a la comunidad y refugios locales.
El otro gran problema que nos ocupa es proveer recursos a los niños cuyos padres fueron deportados, de familias que han sido separadas. A mí como madre me tocó vivir esa experiencia cuando al padre de mis hijos lo deportaron. Desde hace dos años estamos viviendo esa pesadilla, y sé que es algo muy fuerte, un trauma, cuando tus hijos te preguntan cuándo van a ver a su padre.
Mi fundación no recibe dinero de ninguna parte. Todos los insumos que entregamos a los más necesitados provienen de donaciones que nos hacen hermanos latinos, pero mayormente provienen de la comunidad afroamericana. Los morenos son la comunidad que más nos ayuda y apoya. Por ejemplo, recolectamos útiles escolares, mochilas, zapatos, etc.
Inspiración
La entrega a lo que hago y mi sensibilidad es lo que me ha ganado el respeto de toda la comunidad. Es algo que nos ha inspirado a trabajar más fuerte.
Honestamente a mí las cosas negativas me dan fuerza. Hay que hacer la diferencia, y estoy orgullosa de lo que hago, de representar a mujeres solteras, y puedo decir como mujer latina que a pesar de nuestras dificultades, problemas, y experiencias del pasado, lo podemos superar. Es enriquecedor poder llegar a cada corazón, a cada vida, y dejar huella, dar una esperanza y una palabra de afecto.
Nunca es tarde para lograr nuestros sueños.
Por María Alessandra Matute