Pelar la yuca, lavarla y rayarla. Luego exprimir el almidón, que a veces puede ser amargo, y con la masa resultante hacer pequeñas tortillas que se cocinan sobre una plancha. El resultado es el casabe.
Una tradición culinaria que lleva varias generaciones en la familia Núñez y que está alcanzando ahora una nueva dimensión con la iniciativa que pretende que la elaboración y consumo de éste, posiblemente el alimento más antiguo en Cuba, sea declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
“Mi abuela hacía casabe. Compartía con ella cuando tenía 11 o 12 años y me pedía ayuda”, rememora Julio César Núñez, cubano de 80 años, mientras muestra algunos implementos ancestrales como los cernidores que antiguamente se fabricaban con fibras naturales.
En su casa de Quivicán, un pequeña localidad a unos 50 kilómetros de La Habana, ya no solo se prepara casabe para su propio consumo. Desde hace cinco años, los Núñez también venden a pequeños negocios y restaurantes de la Habana. Julio César, el patriarca de la familia, su sobrino Agustín -campesino que atiende además la parcela sembrada de yuca, plátanos, calabaza y frutales- y Eriel, el hijo de éste, continúan con una costumbre artesanal, de procedencia indígena, que está resurgiendo en la isla.
Menos conocido que otros parientes latinoamericanos, como la tortilla mexicana -hecha principalmente con maíz- o las arepas colombianas y venezolanas —que son un poco más gruesas y menos crujientes—, el casabe vive tiempos de resurrección gracias a la acción de productores que comenzaron a venderlo, a promotores culinarios que organizan festivales temáticos y a dueños de pequeños restaurantes que lo están poniendo en sus mesas.
Muy blanco, de contextura lisa y forma aplanada, el alimento se percibe suave en la boca, se desgrana fácilmente y parece una galleta crocante algo seca.
Fuente: AP
Foto crédito: Ramon Espinosa