Doña Julieta Quintana de Oribio es una mujer dulce, paciente, tranquila y tímida. Un alma gentil y noble, acostumbrada a estar siempre rodeada de caracteres fuertes. Elegante y risueña. Un poco sorda, con unos impresionantes ojos turquesa que se han resistido a las cataratas, donde la vida aún brilla a pesar de haber enviudado hace apenas un año.
A sus 92 años son muchos los Días de las Madres que le ha tocado celebrar, y serán muchas las pantuflas, perfumes, joyas, regalos típicos, que ha recibido en esos días. Pero hoy esta consciente de que a su edad ya no serán muchos los que le queden por abrir, y ahora sólo quiere disfrutar al máximo de las personas que la aman sin importar qué día sea.
En este Día de las Madres, la señora Julieta nos recuerda el significado de ese arte tan femenino de dar y formar vidas.
¿Cómo se siente al ver a su familia hoy, a sus hijos, nietos, eso que comenzó a crecer a partir del momento en que supo que estaba embarazada?
Tengo cuatro hijos y nueve nietos, y estoy muy contenta y orgullosa de ellos. Me siento feliz. Pero si no me llaman o pasa mucho tiempo sin saber de ellos, viene la tristeza. Tienen que llamarme todo el tiempo.
¿Que ha significado para usted ser madre?
La maravilla del siglo. Si los hijos supieran lo que les duele a las madres la vida de ellos, serían mejores todavía.
¿Que sacrificios ha tenido que hacer a lo largo de su vida para sacarlos adelante como lo ha hecho?
Han sido criados en el marco de una familia, mi esposo y yo hicimos muchos sacrificios. El murió el año pasado.
¿Qué quería usted hacer antes de ser mamá?
Antes de casarme yo estudiaba bachillerato (secundaria) en el Liceo Fermin Toro, y quería ser periodista. Pero no se pudo, porque vinieron los hijos, los compromisos de hogar, de cocina, de casa, compromisos con el esposo y ya no era igual.
Hace un tiempo circuló en internet un video que muestra a un grupo de mujeres a quienes les preguntaban si cambiarían la maternidad por realizar sus sueños. ¿Usted qué respondería?
Yo dejaría todo lo bueno que yo quería hacer por mis hijos, sin pensarlo dos veces. Todo lo dejaría atrás. En mi vida ellos están primero, y aún cuando ya están viejos, porque el mayor tiene 60 años, todavía siguen estando ellos en primer lugar para mí.
¿Vale la pena todos esos sacrificios?
Ser madre significa sacrificio, angustia, preocupaciones. Los hijos no entienden lo que uno se preocupa por ellos. Pero también agradezco todo el amor y los cuidados que me dan.
¿Qué les ha legado, además de sus ojos?
No te puedo decir qué sacaron, porque sería una jactancia hablar de lo bueno de uno mismo. Cada uno es diferente, dos de mis hijos heredaron mi carácter paciente, mientras que el otro y la hembra tienen un temperamento muy fuerte. Creo que les he legado amor.
¿Cómo se inculca disciplina, a la vez que cariño y comprensión?
La verdad quien disciplinaba a los niños era mi esposo, quien tenía un carácter bien difícil. Yo estaba ahí más bien para compensar, cuando creía que el castigo era muy fuerte, entonces los defendía. Pero creo que había un equilibrio.
¿Cual ha sido su mayor satisfacción como madre?
Satisfacciones he tenido muchas. Todo el cariño, afecto y amor que me dan, saber que están bien. Pero así como eso hay otras cosas que afectan a uno, sobretodo a esta edad, como la soledad. Y si yo no oigo, siquiera por teléfono, la voz de alguno de mis hijos me siento muy mal. Pero con oírlas se me alegra el día.
¿Qué espera hacer en el tiempo que le queda de vida?
Yo me cuido mucho, pero a mi edad yo se que no es mucho lo que me queda vivir. Quiero seguir aquí para ellos.