El surgimiento de Ómicron puede resumirse como la crónica de una amenaza anunciada.
No es casualidad que haya surgido en África, donde la tasa de vacunación general se acerca apenas al 11% de la población, debido a la incapacidad económica y logística para obtener suficientes vacunas contra el COVID-19 para su población.
Expertos han advertido durante meses que el riesgo del surgimiento de nuevas variantes más transmisibles, y quizás más letales, se incrementa a raíz de la inequidad en la distribución global de las vacunas, en donde los países ricos han logrado vacunar a un alto porcentaje de su población, mientras que en los países pobres las vacunas brillan por su ausencia.
Eso no quiere decir que las naciones industrializadas han dejado de ser solidarias con los países más pobres del mundo. Sólo por citar un ejemplo, Estados Unidos ha donado más de 275 millones de dosis de las vacunas contra el COVID a 110 países. Y continúa con sus planes de abastecer con cientos de millones de dosis adicionales en las próximas semanas y meses.
La primera reacción internacional al surgimiento de un Ómicron fue de alarma. En cuestión de días más de 70 países han establecido restricciones de viaje a las personas procedentes de siete países africanos. Estas acciones no han estado exentas de críticas. Algunos creen que la sanciones podrían hacer que otros países que encuentran variantes, no las reporten con oportunidad por temor a enfrentar prohibiciones de viaje.
La realidad es que Sudáfrica actuó de una manera responsable al reportar el surgimiento de la nueva variante tan pronto como tuvo conocimiento de los primeros casos. Al mismo tiempo es entendible que muchos países hayan frenado la llegada de visitantes de algunos países de África, al menos temporalmente, a fin de evaluar la peligrosidad de Ómicron.
De acuerdo con los primeros reportes, la nueva variante del coronavirus es más transmisible que la variante delta, pero todo parece indicar que eso no necesariamente la convierte en más letal. En la mayoría de los casos registrados en Sudáfrica, las personas diagnosticadas con Ómicron tuvieron síntomas leves, aunque la mayoría de ellos eran jóvenes.
Se espera que en las próximas dos semanas la comunidad científica internacional tenga mayores elementos para determinar con precisión el riesgo y la amenaza de la variante Ómicron. El Presidente Biden tiene razón cuando afirma que la nueva variante es motivo de preocupación, pero no de pánico.
Para nuestra comunidad, que aún padece altos niveles de indecisión sobre si vacunarse contra el COVID, esta puede ser una nueva llamada de alerta. Muchas personas se han dejado confundir por la desinformación rampante que circula en redes sociales. La realidad es que las vacunas son seguras, gratuitas y efectivas, no causan COVID, no producen infertilidad, no magnetizan a las personas y tampoco alteran el ADN.
Si alguien estaba buscando una buena excusa para vacunarse, el surgimiento de las nuevas amenazas de las variantes es una gran oportunidad para ponerse la vacuna o el refuerzo de una vez por todas.
Por José López Zamorano
Para La Red Hispana
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