Llevamos muchos meses en estado de alerta. No solo institucionalmente hablando, sino también mental y corporalmente. Los seres humanos estamos preparados para hacer frente a las contingencias de la vida, gracias al cerebro reptiliano. Estamos diseñados para luchar o huir del peligro, según las circunstancias, pero no para vivir tanto tiempo en modo de alerta.
La pandemia nos ha obligado a salir a la calle con miedo: hemos recortado severamente nuestras actividades, prácticamente no existen las vacaciones, trabajamos desde casa (y más que nunca, en algunos casos), apenas podemos encontrarnos con nuestras familias, presentamos problemas económicos y hemos perdido a personas queridas. Todo eso hace que mucha gente esté tiesa, endurecida, segregando permanentemente cortisol, la llamada hormona del estrés.
Según el doctor Luis Montel, experto en tratamientos post-Covid, la enfermedad no transcurre igual en personas atenazadas por el estrés, en cuerpos y mentes debilitados por el exceso de preocupaciones y problemas. El estrés y la ansiedad, como sabemos, no distingue de clases sociales ni de estatus económicos. Es cierto que, lamentablemente, el Covid-19 ha golpeado con dureza a inmigrantes y trabajadores de servicios o mal pagados, según diferentes estudios.
Sin embargo, podemos intentar sacar el cuerpo y la mente de la “lucha” permanente, y ayudar así al sistema inmunológico. No hay garantías, porque todos somos distintos: algunos ni se enteran del paso del coronavirus por su cuerpo; otros necesitan ingresar en unidades de cuidado intensivo. Pero, podemos trabajar, por ejemplo, en la meditación diaria, en la autopreparación para recibir la jornada con noticias de todo tipo, algunas de ellas repetidas insistentemente.
No es mi intención criticar a los medios de comunicación, en los que además he crecido personal y profesionalmente. Los medios cumplen su papel de contarnos lo que sucede, pero estamos en la obligación de elegir en qué momento nos informamos. A mí me funciona levantarme sin noticias y prepararme mentalmente, antes de enredar el cerebro con los problemas del mundo. Otros prefieren informarse durante la cena o antes de irse a la cama.
Cualquier momento es bueno para conectarse con la realidad, siempre y cuando entendamos que nos hace bien, que no complica nuestra jornada. Solo te aconsejo poner en orden el cerebro, antes o después. En la mañana, al despertarnos, y en la noche, después de las noticias y justo antes de poner la cabeza en la almohada. Lo primero como preparación y lo segundo como reseteo, para no llevarnos los problemas del mundo al sueño. Esa mochila es demasiado pesada para una sola persona.
Los momentos de vulnerabilidad y cansancio acumulado nos hacen muy manipulables. La tensión no se resuelve con tensión.
POR ISMAEL CALA
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