Las primeras elecciones estadounidenses de la era de la pandemia han arrojado muchas sorpresas, pero quizás la más importante de todas es la participación récord de la ciudadanía en la fiesta de la democracia, independientemente del candidato o candidata de su preferencia. Como bono, hasta el momento, las expresiones políticas de los votantes han sido abrumadoramente pacíficas y respetuosas. Esperamos que así se mantengan.
Que más de 150 millones de votantes hayan decidido hacerse escuchar a través de su voto, incluidos millones de ellos desafiando las filas maratónicas, las inclemencias climáticas y, peor aún, el riesgo de un posible contagio de COVID-19, no es un asunto menor. No sólo refleja la vocación cívica de este país, sino del reconocimiento de que en épocas de crisis nuestra voz, nuestro voto, es más valioso que nunca.
Habrá tiempo para desmenuzar detalladamente la participación latina en el proceso electoral del 2020, una vez que tengamos estadísticas confiables y estratificadas, pero las cifras preliminares apuntan en la dirección de una participación estelar de las mujeres latinas y de los jóvenes. Ojalá sea el principio de una tendencia que acelere la llegada a la meta de paridad entre nuestro peso demográfico y nuestro peso político.
He escuchado muchos comentarios del “problema latino” de Joe Biden, quien fue al parecer incapaz de mantener el apoyo hispano a Hillary Clinton en 2016, una razón que en parte le costó el triunfo en el estado de Florida. Pero es muy posible que el apoyo de otros latinos le permita dar una sorpresa en Arizona o Nevada.
En el caso del presidente Trump, las cifras tentativas sugieren que en algunos lugares logró acrecentar el respaldo que había obtenido de la comunidad latina en 2016. Las razones son variadas y no se puede descontar que, al menos hasta antes de la pandemia, sus políticas económicas (reducción de impuestos y desregulación económica) ayudaron a reducir la tasa de desempleo hispano a niveles históricamente bajos.
Pero desde el punto de vista de la participación cívica, lo importante es que nuestra comunidad vote, al margen del candidato de su elección.
Durante la jornada electoral del 3 de noviembre tuve la oportunidad de estar en la ahora llamada Black Lives Matter Plaza, que se ubica en el perímetro de seguridad de rejas metálicas que ahora rodea la Casa Blanca. La abrumadora mayoría de los ciudadanos que ejercían su derecho a la libertad de asociación y de expresión eran jóvenes de las minorías, tanto varones como mujeres.
Me impresionaron por su manera respetuosa de ser partícipes de la fiesta de la democracia: Con expresiones que reflejaban pasión e intensidad, pero siempre dentro de los márgenes de la legalidad. Ojalá ese modelo de comportamiento cívico de los jóvenes sea emulado por los líderes políticos de la nación y se apeguen a un respeto irrestricto a la voluntad popular, al estado de derecho y a la confianza en las instituciones políticas.
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Por José López Zamorano
Para La Red Hispana